Glasser propone una pirámide en la que indica que aprendemos:
Pese a que muchos docentes somos amantes de la
lectura y “fieles seguidores” de la frase: “El que lee con placer, aprende sin
querer”, pareciera ser que sólo… en un 10%.
Si bien siempre
recomendaré leer, el post de hoy se centrará en la base de la pirámide: ese 95%
que aprendemos, cuando enseñamos a otros.
Entonces si la mejor forma de aprender es
enseñando… ¿Por qué no enseñan nuestros alumnos? Para ello, los docentes
tenemos que ser capaces de:
- Enseñar a enseñar: darles herramientas a los alumnos para que jueguen el rol de profesor.
- Brindarles el espacio para enseñar: si queremos promover el aprendizaje en nuestros alumnos, hay que dejarlos enseñar, que sean ellos quienes hablen y no nosotros. Recuerde la frase: “El mejor maestro es el que enseña con la boca cerrada.”
Glasser fundamentó, con su investigación, algo que
muchos docentes ya sospechábamos: la magnitud de lo que se aprende cuando
estamos enseñando.
Sin duda para poder enseñar tenemos que hacer
muchas actividades intelectuales en
forma previa: leer, entender, resumir, clasificar, practicar, probar, analizar,
recordar, comparar, etc.
Pero además, para enseñar necesitamos desarrollar
ciertas habilidades de la inteligencia emocional: escuchar, comunicar,
empatizar, conocer y controlar las emociones propias, entre otras. Es por esta
razón, que muchos profesionales no son buenos profesores, simplemente porque
son eruditos en la materia pero ignorantes en las emociones y relaciones.
Enseñar siempre involucra emociones (alegría,
motivación, miedo, angustia, etc.) y esto hace que se activen nuestras neuronas
espejo (Para más info sobre neuronas espejo, click aquí). Es por esto que cuando comunicamos lo que sabemos, nuestro
rendimiento aumenta.
- Escuchar y responder consultas
- Comprender a los demás
- No juzgar a sus compañeros
- Ponerse en el lugar del profesor
- Relacionarse con todo el grupo
- Comunicar
- Todo lo que implica enseñar
En conclusión, según Glasser, aprendemos el 95% de lo que enseñamos a otros. Por lo tanto, es sumamente valioso brindarle un espacio al alumno para que pueda asumir un papel activo en su propio aprendizaje. Si le damos la oportunidad de que juegue el rol docente, el estudiante no solo puede adquirir conocimientos de la materia sino también habilidades de la inteligencia emocional. Obviamente que para ello, los profesores tenemos que tener una mentalidad abierta y una elevada disposición a “perder el control” de nuestra clase.
Y tu… ¿Estás dispuesto a asumir el
riesgo?
*Neuro-consejos: llamo con esa denominación a las
claves que brindaré para mejorar la enseñanza que se derivan de estudios de
neurociencias aplicados a la educación (neuroeducación)
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